De las preocupaciones que daban cuenta de la cultura burguesa, esa nueva clase que
se consolidaba en Europa por el comercio transoceánico y la revolución industrial,
estaba relacionada con el cuidado de los niños y esa actitud blanda en la educación que
podía generar caprichosas decisiones. Recordemos que Hofmann era un psiquiatra
infantil. “La historia de Gaspar sopas” se inscribe también dentro del género de los
llamados relatos de advertencia.
Gaspar era un niño sano,
rollizo, tragón y ufano.
La sopa se la comía
Sin rechistar, hasta el día
en que se puso a gritar:
“!No me la quiero tomar ¡
¡La sopa no me la como!
¡No la como y no la tomo!”
Al otro día –¡mirad!–
queda solo la mitad
pero se pone a gritar:
“!No me la quiero tomar!
¡La sopa no me la como!
¡No la como y no la tomo!
Al tercer día pasado,
anda muy desmejorado,
Pero al ver la sopa entrar,
Vuelve a ponerse a gritar:
“!No me la quiero tomar!
¡La sopa no me la como!
¡No la como y no la tomo!”
Al cuarto día –¡qué feo!-
Gaspar parece un fideo.
Y como ya no comió,
Al quinto día, murió.
Si miramos con atención las imágenes que acompañan estas historias podemos apreciar
visiblemente cómo existe una clara interrelación entre textos e ilustraciones. Las
imágenes ocupan un lugar privilegiado en el espacio del diseño pero, además, realizan
un aporte para la construcción del significado.
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